foto archivo
Francisco Sánchez
Montoya
Al
militante socialista, Juan Sánchez Durán, la sublevación le sorprendió en
Tetuán, donde vivían sus padres desde mayo de 1934, tras instalar un negocio de
ventas a plazos. Ni se podía imaginar que en la tarde del caluroso viernes, 17
de julio de 1936, cambiaria su vida y viviría catorce años escondido como un
“topo”, seguro que fueron otros muchos los que vivieron esas mismas
circunstancias escondidos tras despensas, zulos, pozos o alacenas.
Juan
Sánchez, cuenta en el consejo de guerra, tras su detención como se sucedieron
los acontecimientos, en aquella tarde:
"En
la tarde del 17 de julio, me encontraba, debido a mi trabajo, en Tetuán,
comprobé que existía por las calles una efervescencia y ambiente anormal, sobre
todo por los comentarios que se hacían por los cafés o bares. Sobre las nueve y
media me fui al Centro Obrero Español en la calle La Luneta, y desde aquí al
poco tiempo a mi casa. Al día siguiente, 18 de julio salí muy temprano serían
las ocho de la mañana, compré el diario Tetuaní La Gaceta de África, y comprobé
que se trataba de un movimiento nacional, tras visitar a varios clientes, me
comunicaron que las tropas de Regulares en la noche del día 17, entraron el
centro obrero deteniendo a todos los que se encontraron en su interior y otros
fueron detenidos solo por el hecho de pertenecer al centro y llevados al campo
de concentración del Mogote. Por lo que se decía sobre los que habían detenido,
me recluí en mi casa por miedo a venganzas personales, dado que por otra parte
me había enterado que a muchas personas por disgustos insignificantes y
rencillas habían sido denunciados y sufrido malas consecuencias, por eso huí de
todo contacto que no fuera del de mi familia…. Muchas veces vino la policía a
mi casa, pero mis padres decían que había huido a Casablanca, estuve escondido
en un cuarto trastero, que estaba entre dos cocinas. Me marché a mi domicilio y
no salí a la calle hasta el día 3 de julio de 1950, por acogerme al indulto que
dio el General Franco, por ser año Santo".
Una vez
que se entregó, fué detenido y trasladado a Ceuta a la Fortaleza del Monte
Hacho y se le instruyeron diligencias previas con el fin de realizarle un
consejo de guerra. El 6 de abril de 1951, el fiscal jurídico militar le pide
doce años y un día de reclusión. El 18 de mayo de este mismo año, se celebró el
consejo de guerra, su abogado defensor estima que tras 14 años de “topo” en su
casa, ya tiene más que pagada su condena. Tras reunirse el juez falla otorgarle
la libertad.
Un caso
muy parecido, fué el que me relató la conocida ceutí María José Rodríguez, que
en 1936 tenia 6 años: “Todas las tardes tenia cómo costumbre visitar a mi tía
tras salir de clase, ella me obligaba a leer un cuento, en la cocina y en voz
alta, muchas veces preguntaba porqué no nos marchamos al salón que es más
acogedor…. Al cabo de los años, supo que su padre estaba escondido tras un
mueble de la cocina. Tampoco tendríamos que olvidar el caso de Berrocal quien
estuvo durante varios años oculto en un pozo en una finca del extrarradio
ceutí.
Habría
que reseñar también la circunstancia penosa sufrida por el joven ceutí
dirigente del PSOE, Juan Pousa Martínez, propietario de la confitería “La
Campana”. Tras la sublevación, decide esconderse en un almacén que poseen en la
calle García, en espera de poder salir de la ciudad. En varias ocasiones ya
habían tenido las “visitas” de patrullas de falangistas, pero siempre les
manifestaba su familia que había huido a Tánger. El 4 de agosto de 1936, una
vez más, se presentan en el almacén a buscarlo, bajaron al sótano, lo
removieron todo, como sabiendo que allí se encontraba el joven y después de un
minucioso registro, ven en el fondo, una pequeña puerta metálica cerrada, con
muchas cajas delante de dulces, las apartan y tras abrir la puerta se
encuentran al joven, Juan, con una gran barba y tumbado. La capacidad de este
pequeño habitáculo era de 50 centímetros de alto por un metro de largo, tan
solo salía por las noches a fumar y estirar un poco las piernas. Fue trasladado
a la comisaría y tras prestar declaración internado en la Fortaleza militar del
Monte Hacho. En la madrugada del 27 de agosto de 1936 fue sacado de la celda y
ejecutado en algún descampado de la ciudad junto a 22 compañeros más.
Otros
muchos permanecieron ocultos hasta 1969, que se promulgó un indulto, la gran
mayoría de los “topos” salieron a la calle y dejaron atrás cientos de días
viviendo con la psicosis del miedo, horas de inquietud, de hastío, de deseos.
Días de una vida ocupada en ocul-tarse. Las represalias contra el bando
perdedor y fueron cosa de largo tiempo en la llamada posguerra civil, que en el
caso de los Topos duro hasta la amnistía general por los actos en la guerra
civil emitida al comienzo de la década de los setenta. Con la amnistía,
salieron por todas partes, los que salieron antes fueron encarcelados.
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